El recalentado es
el desayuno de los campeones, pensó Paco mientras sacaba del refrigerador los
restos de su cena de anoche. A un lado de la pestilente y verdosa botella
de leche, la cabeza de su esposa, envuelta en plástico y colocada sobre un
plato de cerámica, parecía mirarlo con reproche. Él la ignoró.
Se dirigió hacia
el horno de microondas para hacer valer el apelativo de su alimento; una vez
cumplido el proceso, tomó asiento en la mesa para engullirlo. No tenía mucha
hambre en realidad, sólo ganas de comer.
Tenía resaca.
Como todas las mañanas. Anoche había tomado hasta perder el conocimiento, como
venía haciendo desde que descubrió que su mujer lo había traicionado. La casa
era un desastre, ni en sus mejores días de soltería había estado en tan mal
estado. Ropa sucia por doquier, cajas de pizza apilándose en las esquinas,
bolsas de basura que nunca sacó, las entrañas de su esposa pudriéndose en el
plato de Firulais, etcétera.
En contra de su
voluntad, su mente volvió a sus dos actuales problemas: el auto de Emilio y el
cuerpo de Emilio. No sabía qué hacer con ellos. El cuerpo de ella no era
problema; estaba debidamente cortado y cada parte envuelta en plástico dentro
del refrigerador. Pronto desaparecería para siempre.
El problema era Emilio,
su mejor amigo y amante de su mujer
Había pensado
meterlo en su auto y dejarlo caer en un barranco, lo clásico; pero no estaba
seguro. Si el coche no explotaba y Emilio no era consumido por el fuego, serían
muy sospechosas las cuarenta y tres apuñaladas.
También se
preguntaba si el investigador que contrató para espiar a su adultera esposa
representaría algún problema. Seguramente reconocería a Emilio cuando lo viera
en los periódicos.
Demasiado en qué
pensar y la cabeza le dolía de forma brutal. Paco decidió mejor no dejar que
estos problemas perturbaran su desayuno. Ya habría tiempo para solucionar esas
cosas.
De cualquier
forma, suceda lo que suceda, nadie le quitaría jamás el placer de haberse
vengado. De haberla destruido. De haberle hecho saber con dolor que lo había
lastimado. Ella le había jurado amor eterno siete años atrás. Ella había asegurado mil veces amarlo. Amarlo tanto como él a ella. No obstante lo traicionó, y lo hizo de una manera vil e insensible: revolcándose con su mejor amigo en su propia casa, en su propia cama.
Paco estaba dispuesto a convertirla en mierda por eso.
Del recalentado ya quedaba muy poco. No se dio cuenta en qué momento se le abrió el apetito, pero ahora comía con avidez. La carne aún estaba sabrosa, lo cual no era extraño: las tetas de su esposa siempre fueron su parte favorita.
Paco estaba dispuesto a convertirla en mierda por eso.
Del recalentado ya quedaba muy poco. No se dio cuenta en qué momento se le abrió el apetito, pero ahora comía con avidez. La carne aún estaba sabrosa, lo cual no era extraño: las tetas de su esposa siempre fueron su parte favorita.
Me he venido desde tusrelatos a comentarte aquí porque aquí puedo escribir más. Me has matado con este relato. No controlo mucho el humor negro pero creo que voy aprendiendo contigo. Es buenísimo.
ResponderBorrarDestacó:
La mirada de la esposa incluso así con reproche y ese "Él la ignoro"..... lo de siempre y ahí fue la primera carcajada.
Cuando vuelve a sus actuales problemas, me encanta la forma en que lo escribes porque lo haces como si fuera lo más normal y es así: una persona con un contratiempo y en el desayuno intenta encontrar la solución. Esto me ha encantado junto con la idea de que lo hace tranquilamente pues el problema mayor ya se lo quito de encima.
El título le va como anillo al dedo..... recalentado, dos veces calentado y todos los sentidos que le has dado en el texto.
P.D.: Busqué Firulais en internet y....jajajajajajjaja
Abrazo
Jajajaja... te diría "esque tuve un perro que se llamaba así"... pero lo mismo podrían decirte el 90% de los mexicanos. Es un nombre muy común. Muchas gracias por tu comentario, saludos.
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