A duras penas logró entrar en su
habitación y cerrar la puerta tras de sí, dejando atrás a los demonios. Con
mucha dificultad, a causa de los violentos golpes proferidos contra la madera,
logró colocar las numerosas cerraduras.
Con manos torpes encendió la luz, un
bombillo que pendía de un cable, pero éste sólo emitió un débil e intermitente
resplandor ambarino que apenas manchaba las húmedas y deterioradas paredes del
cuarto. Tal vez la escasa corriente eléctrica se debía a la estruendosa
tormenta de afuera, que parecía arreciar minuto a minuto.
Sudando frío y temblando de pies a cabeza, se
dirigió de inmediato hacia su altar, donde estaba la enorme cruz de madera
de roble.
Encendió todas las veladoras, tomó su
rosario y se puso de rodillas. Quiso rezar un Padre Nuestro pero no logró
evocar más allá del segundo párrafo. Era una locura; lo sabía desde niño, lo
decía todos los días, pero de pronto lo había olvidado. Tal vez eran los
relámpagos y la fuerte lluvia que golpeaba las ventanas lo que le impedían
concentrarse; tal vez era el bombillo amarillo que colgaba del techo, que ahora
parpadeaba más que nunca; o tal vez era el demencial sonido de los demonios
arremetiendo contra la puerta de su habitación, que parecía en cualquier
momento saldría disparada de sus goznes. Tal vez incluso eran los propios entes
del infierno quienes habían extirpado toda plegaria de su memoria. Comenzó a
llorar.
A falta de una oración que decir,
comenzó a suplicar directamente a Dios que lo protegiera.
-¡Señor, no permitas que me alcancen,
por favor! ¡Te lo suplico! ¡Protégeme! Permíteme ser parte de tu rebaño,
permíteme ser el mejor de todos tus hijos. Perdono a mi padre, perdono a mi
madre. Cuida de ellos, por favor, tenlos en tu santa gloria por siempre. Y cuida
de mí, déjame estar a tu lado, déjame ser uno más a tu servicio…
Los golpes cesaron de pronto.
Agudizó el oído, tratando de percibir
lo que ocurría al otro lado de la puerta. Sólo escuchaba sofocados sollozos. Se
puso de pie lentamente, temeroso, desconfiado. ¿Jugaban con él o el Señor
lo había escuchado?
Estuvo a punto de volverse hacia la
cruz para dar las gracias, cuando lo acometió el punzante dolor en todo su
cuerpo. Era como si un millón de agujas al rojo vivo se clavaran en cada
milímetro de su carne al mismo tiempo.
Un desgarrador grito, que parecía
venirle del alma, emergió de su garganta. Cayó al suelo y se convulsionó en lo
que parecía ser un ataque epiléptico; se arrancó puñados de cabellos con las
manos y se arañó el rostro. Algunas heridas volvieron a abrirse.
Gradualmente el dolor amainó hasta
finalizar por completo. Se puso de pie lentamente. Acomodó su ropa y arregló lo
que quedaba de su cabello, mientras inspeccionaba la habitación. Muebles
viejos, pinturas religiosas, fotografías de gente desconocida y polvo por todas
partes. Odiaba ese sitio. Odiaba toda la casa.
Volteó hacia la cruz y la escupió en
señal de reproche, de despecho, de desprecio; después caminó hacia el espejo
oval postrado en una pared cercana. Desde su reflejo, los demonios le sonrieron
con malicia.
Se dirigió a su armario, de donde cogió
un delantal de carnicero y unos lentes protectores. En el suelo, junto a sus
zapatos, estaba su motosierra, la cual acarició con dulzura antes de tomarla.
Quitó las numerosas cerraduras de la
puerta y salió hacia la sala. Ahí no había muebles, con la única excepción de
una silla, y atada a ésta, una adolescente de extraordinaria belleza y
escultural figura. La chica, amordazada, su rostro manchado de rimen, lo miraba
con terror.
Los demonios querían, demandaban,
exigían. Él siempre luchaba, siempre se resistía, Dios es testigo, pero al
final todo era en vano. ¿Quién tenía la culpa? ¿Él por ser débil o Dios por
negarle la fuerza para vencer? Y al final de cuentas, ¿no es acaso la Voluntad
Divina la máxima fuerza en la existencia? ¿No tiene Él siempre la última
palabra?
Un atronador relámpago iluminó su
rostro al tiempo que encendió la motosierra.
Un relato de terror buenísimo. Me gustó mucho la referencia religioso y lo que más, el inesperadísimo final. Un saludo
ResponderBorrarMuy buen relato. Me hiciste ver toda la escena.
ResponderBorrarMe gustó mucho lo de los demonios sonriendo con malicia en el reflejo del espejo oval.
Te sigo leyendo. Abrazo.