Despiertas en
tu vasta cama redonda con una amplia sonrisa y el pecho rebosante de dulce
nostalgia; tus ojos se pierden en la vacuidad al seguir contemplando las
imágenes frescas del sueño que acababas de abandonar. Nunca deja de maravillarte
la manera en que estas fantasías se esfuman lentamente pese a tus desesperados
esfuerzos por retenerlas. Es difícil de creer cómo aquello que minutos atrás te
resultaba tan espléndido e incluso sublime, poco a poco se vuelve trivial,
carente de sentido y a menudo absurdo. Pero lo que más te impresiona es la idea
de que alguna vez el ser humano no tenía más opción que aceptar esta realidad y
dejar que aquellas placenteras vivencias nocturnas desaparecieran para siempre;
no te es posible imaginar la vida antes de la existencia del iDream.
Renata
–¿Alguna vez has soñado
con alguien y al despertar sientes que te has enamorado de esa persona? –me
preguntó Renata anoche.
–Sí, me sucedió contigo
–le respondí.
Una amplia sonrisa se
dibujó en su bello y juvenil rostro. Una sonrisa que había extrañado durante años.
Mi cumplido la complació y tal vez a manera de agradecimiento acarició con su
tersa mano un costado de mi cara. “Siempre has sido muy lindo conmigo”, decía
aquella caricia.
–A mí me sucedió con un
completo extraño –dijo ella mientras con su dedo índice recorría la forma de
mis labios.
–Ángel –dije con seriedad.
–Sí, Ángel.
Por supuesto aquello fue
una cruel estocada a mi corazón, pero no tenía importancia; le pertenecía a
ella y tenía libertad de hacer con él lo que le diera la gana. Como siempre.
Lo que dije era cierto, la
amaba. La amo. La he amado toda mi vida. Y sí, todo comenzó con un sueño. Sucedió
cuando cursábamos la preparatoria. Estábamos en el mismo salón; ambos teníamos dieciséis.
Muchas de mis compañeras eran muy atractivas, pero Renata era sin duda la más
exótica, la más desarrollada. Aparentaba tener más de veinte, por lo que
intimidaba a la mayoría de los chicos de su edad. Se decía que tenía relaciones
con un maestro, se decía que era puta.
El misterio del diamante
8
de mayo.- Cuando le
dije a mi profesor de periodismo que tras meditarlo largo tiempo tomé la
decisión de hacer mi tesis profesional sobre una droga, interrumpió la
corrección de los últimos exámenes, se acomodó sus gafas y me miró con
extrañeza.
–¿Por qué sobre las
drogas? –me dijo –¿No te parece que es un tema muy cliché? Esto no es una
exposición para una clase de bachillerato, es tu tesis. Es tu primera carta de
recomendación como profesionista. Me sorprendes.
Lo corregí. Mi
investigación no será sobre las drogas en general, sino sobre una en particular.
Una de la que muy poca gente sabe al respecto y en torno a la cual se cuentan
historias fantásticas. Lo que sé hasta hoy, lo he aprendido por rumores que
circulan en foros de la Deep Web.
–Ya te he dicho que no
entres ahí, puede ser peligroso –me dijo –Pero bueno, dime qué droga es esa de
la que hablas y que tan fascinado te tiene.
–Le llaman de muchas
maneras, pero la más común es diamante; tiene muchas propiedades interesantes,
imposibles de creer, pero la más fantástica de todas es que jamás se acaba.
Quien adquiere un diamante, no tiene que volver a comprar otro.
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