Sus
manos temblaban al encender la computadora. Aún no acababa de creer que
finalmente había conseguido aquello a lo que había dedicado tantos años de
búsqueda.
Ni siquiera había desempacado sus maletas; hacía apenas
una hora desde su arribo al aeropuerto y estaba agotado luego de un largo vuelo
desde Asia, sin embargo, poco le importaba que su cuerpo le demandara descanso
y alimento, lo único que tenía en mente era estrenar su más reciente
adquisición.
En su gran pantalla de 120 pulgadas apareció una pirámide
con un ojo en su centro. Su fondo de escritorio. En torno a esta imagen había
cientos de íconos de programas poco conocidos para el común de la gente y cuyas
funciones estarían incluso fuera de su comprensión. Había además decenas de
enlaces directos a carpetas donde guardaba artículos, imágenes y videos que
robarían en sueño a los más valientes, e incluso a los más perversos. Aquellas
eran las herramientas y los frutos de una vida secreta, una vida dedicada a la
búsqueda infatigable de lo desconocido cuyo campo de exploración era la
profundidad de internet.