Despiertas en
tu vasta cama redonda con una amplia sonrisa y el pecho rebosante de dulce
nostalgia; tus ojos se pierden en la vacuidad al seguir contemplando las
imágenes frescas del sueño que acababas de abandonar. Nunca deja de maravillarte
la manera en que estas fantasías se esfuman lentamente pese a tus desesperados
esfuerzos por retenerlas. Es difícil de creer cómo aquello que minutos atrás te
resultaba tan espléndido e incluso sublime, poco a poco se vuelve trivial,
carente de sentido y a menudo absurdo. Pero lo que más te impresiona es la idea
de que alguna vez el ser humano no tenía más opción que aceptar esta realidad y
dejar que aquellas placenteras vivencias nocturnas desaparecieran para siempre;
no te es posible imaginar la vida antes de la existencia del iDream.
Te yergues
para estirarte y recibir al día con un cálido abrazo y el beso de tu bostezo; después
tiendes la mano hacia tu mesita de noche, ahí donde yace tu más preciada
posesión, el aparato en torno al cual gira toda tu existencia, y con un gesto
que emula más a una caricia que al insignificante acto de presionar un botón,
detienes la grabación de tu último recorrido por los palacios de Oníria.
Con religioso
respeto retiras de tu cabeza la diadema sensorial y la colocas en su lugar en
la cabecera de la cama. Después tomas el control remoto de tu televisor
inteligente e interrumpes la reproducción de un video en YouTube: “12 horas de
sonidos binaurales e isocrónicos”. Es uno de cientos de videos similares que
guardas en una lista de reproducción que has bautizado como “Trabajo”.
Con un
delicado siseo, el iDream comienza a procesar aproximadamente 130 minutos de
video grabado durante las casi diez horas que dormiste. Se acciona
automáticamente cada que entras en la fase MOR, cada que tus ojos se mueven
rápidamente debajo de tus párpados, indicando que tu cerebro está trabajando.
El exceso de descanso a veces te deja una sensación de fatiga durante todo el
día, pero es un sacrificio que bien vale la pena. De eso no tienes duda.
Mientras el
aparato hace su trabajo, te alistas para una más de tus dichosas jornadas. La
primera escala, por supuesto, es el desayuno.
El dulce
aroma del café importado de Colombia inunda tus fosas nasales mientras preparas
tus huevos benedictinos, una receta que aprendiste de un prestigiado chef
italiano el año pasado. Acompañas el platillo con fruta fresca recién entregada
en tu puerta y el mejor pan dulce que la ciudad tiene para ofrecer. Tomas
asiento en el comedor, un rectángulo de madera de roble en medio de un mar de
mosaico blanco.
No hay nadie
contigo, pero igual dices ¡Provecho! en voz alta. Mientras comes, coges una de
tus múltiples tabletas inteligentes que están regadas por todo el apartamento,
para dar un vistazo a las redes sociales y responder mensajes de algunos de tus
muchos admiradores. En Facebook te topas con algunas publicaciones jocosas que
te arrancan sonoras risotadas; intentas compartir los chistes con Morfeo, tu
gato, pero éste sólo observa la pantalla sin mucho interés.
Media hora
más tarde, mientras tomas tu acostumbrado baño matutino en la inmensa tina de
mármol, realizas los pagos correspondientes a la renta y los servicios básicos
del apartamento. En la pantalla frente a la tina, un video de YouTube muestra
un agradable escenario de fantasía, mientras suave música mana de sus bocinas.
Intentas
relajarte con un paño húmedo sobre tus ojos, cuando un nuevo correo electrónico
llega a tu bandeja de entrada. Se trata de la compañía creadora del iDream, que
te informa del próximo lanzamiento de la nueva versión de su famoso producto.
Como cliente especial, la notificación te llega horas antes del anuncio oficial
a los medios de comunicación.
No puedes
evitar un gesto de fastidio; el aparato que posees salió al mercado apenas
cuatro meses atrás. ¡Prácticamente lo acabas de comprar! No es el costo, ni los
escasos cambios de un nuevo modelo con respecto a su sucesor, lo que te
resultaba engorroso es el proceso en sí de adquirirlo y configurarlo. Se
aprovechan de que son los únicos poseedores legales de la patente.
Pasas las
siguientes horas en el Cuarto de Entretenimiento; se trata de un enorme recinto
similar a una sala cinematográfica que podría albergar a cientos de
espectadores, pero que cuenta con un solo asiento. La gran pantalla digital es
lo último en tecnología y el sistema de sonido es más que sólo espectacular.
Ahí disfrutas de todo lo que tiene para ofrecer la vasta agenda del ocio.
Morfeo se
acurruca en tu regazo mientras miras una película que aún no ha sido estrenada
comercialmente. La cinta es genial y no puedes evitar comentarla con el felino,
que sólo te mira con indiferencia. En Twitter compartes impresiones que
alcanzan miles de retuits en segundos. Tu opinión se vuelve en pocos minutos
Trending Topic.
Son casi las
seis de la tarde cuando entras a la Sala de Edición, el lugar donde
literalmente forjas tus sueños. Se trata de una espaciosa habitación decorada
en estilo kitsch en donde lo que más destaca es la enorme pantalla que cubre
casi la totalidad de una de las paredes. Frente a ésta se halla una cómoda
silla reclinable a la que te gusta llamar “mi trono”.
Tomas asiento
y mientras das sorbos a una taza de café comienzas a analizar el material crudo
de video que el iDream ha enviado a tu computadora. Son poco más de dos horas
de video conteniendo siete sueños distintos. Años de práctica te han dado la
habilidad de controlar en cierta medida lo que sueñas, de dirigir tú onírica
travesía de manera lúcida. No existe mayor libertad ni nada más adictivo. Has
creado sagas completas que se extienden por días, e incluso semanas.
Por supuesto,
el subconsciente es un animal salvaje, pero poco a poco has aprendido a domarlo
e incluso le has enseñado algunos trucos… Pero no hoy. Hoy es ese día del mes
que tanto adoran tus admiradores y tú temes: hoy no hay cadenas, ni látigos, ni
protección alguna; la bestia está libre. Hoy no hay ninguna intervención de tu
parte... salvo algunos retoques en la Sala de Edición, claro está. Ese es tu trabajo,
después de todo.
De las poco
más de dos horas de material original, aproximadamente 30 minutos son basura:
espacios en blanco e imágenes borrosas. Desechas otra media hora por tratarse
de repeticiones, cosas que ya has mostrado. Buscas con ansiedad ese momento de
tu sueño que ya has olvidado por completo, pero recuerdas que fue sublime.
¿Despertaste sonriendo, no es cierto? ¿Qué era eso que soñaste que te hizo tan
feliz y triste al mismo tiempo?
Estás apunto
recordarlo, casi lo tienes… Te sientes como un pescador cuya caña ha picado
algo, pero no logras hacerte con la presa. ¿Será eso que piensas? ¿Estaba esa
persona involucrada? No lo crees probable… eso no tiene sentido. Siempre es
emocionante esta parte del trabajo; frustrante y placentero a la vez. A veces
consigues recordar, otras no, pero no importa, al final siempre te enteras;
basta con seguir mirando el material.
Entonces lo encuentras…
¡Ahí está!... No, no se parece nada a lo poquito que creías evocar, pero
resucita ese sentimiento que no cabía en tu pecho esta mañana. Tus ojos se
humedecen al contemplar lo que es al mismo tiempo recuerdo y anhelo. Melancolía
y fe. Eres tú, ni más ni menos; eres tú en estado puro. Una gota destilada de
tu alma. Cual vulnerable, insignificante, único y maravilloso eres, y cómo todo
puede resumirse a una simple serie de imágenes interpretadas en pixeles.
“Gracias
iDream”, pronuncias en voz alta. Si tan sólo el aparato tuviera boca, le
besarías. Es un milagro, siempre lo es.
Suspiras y
prosigues con tu trabajo. Es tiempo de revisar las partes que no recuerdas en
lo absoluto, que son la mayoría. Noventa por ciento de lo que miras en la Sala
de Edición en este día del mes, siempre es nuevo para ti.
Como siempre,
experimentas una creciente inquietud que poco a poco se transforma en ansiedad.
Temes encontrar algo que no quieres ver, temes conocerte un poco más. Nunca
terminas de recordar tu pasado.
¡Ahí está!
Por supuesto que ahí está. Siempre está. Tu mirada baja instintivamente en
busca del olvido. Deberías ser indiferente a estas alturas, pero no eres. Te
obligas a mirar de nuevo: eres tú, ni más ni menos, eres tú en estado puro. El
dilema es inevitable: quitar o dejar. No hay un libro de ética escrito al
respecto; no hay reglas ni censura; no habrá nadie que sepa que omitiste este
detalle. Sin embargo, en tu interior, sabes que no es correcto. Que no es
honesto.
Decides
dejarlo íntegro. A veces duele, pero eres lo que eres.
El resultado
final de casi cuatro horas de trabajo son dos videos. Uno conciso de diez
minutos y otro de casi una hora que etiquetas como “Versión sin cortes”. Tu
jornada laboral se aproxima a su fin y mientras esperas que la computadora
procese tu trabajo, celebras con una lata de Coca Cola tomada del pequeño
refrigerador a un lado de tu silla. Todo está listo para el último paso del
proceso: subir los videos a YouTube.
Antes de dar
clic en “Aceptar” vuelves a dudar. ¿Realmente quiero compartir esto?, te
cuestionas. ¿Es necesario? Permaneces minutos completos con la mano en el mouse
y la vista perdida en la nada.
“¡Hey,
despierta!”.
El recuerdo
de aquellas odiosas palabras del pasado te golpea de pronto, al tiempo que
sientes la caricia de Morfeo en tus tobillos. Tomas al felino en tu regazo y
sin pensarlo más das el último clic. Está hecho. Tú último sueño es del dominio
público.
Como siempre,
la tableta inteligente que utilizas para monitorear tu canal de YouTube, se
convulsiona histéricamente. Cientos de notificaciones por segundo; el glorioso
sonido de los “pulgares arriba” manando sin parar. Para cuando compartes tus
nuevas creaciones en tu página oficial de Facebook, los videos han alcanzado ya
los cinco millones de reproducciones en menos de quince minutos. Un nuevo
récord. Dentro de una hora la cifra superará los cuarenta millones.
Es ahora
cuando recuerdas por qué haces lo que haces. Amas tanto este momento, cuando
sabes que millones de personas en todo el mundo están viendo tu alma al mismo
tiempo. Con ojos ansiosos buscas los primeros comentarios al respecto de tu
nueva publicación y te regocijas de ver los acostumbrados halagos: ¡Eres
grande! ¡Magnifico! ¡Genial! ¡Gracias!..
Te
congratulas de no haber sucumbido al deseo de la autocensura, incluso te
recriminas haberlo pensado. Te queda claro una vez más que el secreto de tu
éxito es precisamente tu honestidad.
¿Es el iDream
una forma ociosa de arte o su manifestación más pura? ¿Es un burdo
entretenimiento producto de la decadencia cultural o simple evolución? Que los
intelectuales opinen lo que quieran. ¿Deberían los sueños permanecer en el anonimato
por respeto propio y el de los demás? Que los moralistas opinen lo que quieran.
¿Debe regularse el uso del iDream o restringirse el derecho a compartir
nuestras vivencias oníricas? Que los gobernantes opinen lo que quieran.
Mientras tanto, es libre y nada te impide seguir haciendo lo que haces.
¿Existe oficio
más completo en el mundo que proveer la materia prima, trabajarla y
comercializarla? Eres tú quien explota la mina de tu ego; eres tú el orfebre
que pule las joyas de tu mente; eres tú el mercader de sueños. Donde hay
escases, hay oportunidad; donde hay demanda, hay oferta. Bendita era moderna.
Desde luego hay competencia, pero nadie con la misma habilidad. Hay muchos como
tú, pero ninguno como tú.
Desnudar tu
espíritu tiene consecuencias, por supuesto, pero basta con ver los depósitos
que realizan en tu cuenta de banco cada mes por concepto de las cientos de
millones de visitas que recibes diariamente en tu canal de YouTube.
Te recargas
en la silla para observar los numerosos retratos de tus viajes que adornan las
paredes de la habitación: en el Coliseo, en la Torre Eiffel, en la Gran Vía, en
la Estatua de la Libertad, en Chichen Itza, en la Plaza Roja, en la Ciudad
Prohibida, por mencionar algunas. Todas son “selfies”, sí, pero en todas
sonríes. Todos los placeres que el mundo puede ofrecer y sólo a Morfeo para
compartirlos... mejor él que más personas desechables. Todo vale la pena. Hipócrita
es quien no usa el iDream.
Amenazas de
muerte, demandas legales, miradas cargadas de rencor, de desprecio, de asco, de
horror. Todo vale la pena. Aun cuando aquellas miradas vienen de tus amigos,
tus familiares, incluso tus padres.
Y hablando de
tus padres, no te olvides de mandarles el cheque de este mes. No importa que
nunca lo cobren, lo que disfrutas es demostrarles que se equivocaron. ¿No
fueron ellos quienes siempre te dijeron que jamás vivirías de tus sueños?...
¡Hey, despierten!
Un relato de ciencia ficción centrado en los avances tecnológicos. En esta historia, la tecnología no deja en paz ni siquiera a una de las cosas más íntimas que tiene el ser humano: los sueños, y se atreve a crear un producto capaz de grabarlos. Luego, si este cae en manos de alguien como tu personaje, tan bien construido sin necesidad de descripciones, surgen preguntas morales y éticas, etc. Una buena reflexión que deja una extraña inquietud. Me gustó mucho porque me encanta la serie ''Black Mirror'', que no sé si habrás visto, y porque podría ser perfectamente un capítulo de esta.
ResponderBorrarUn saludo, Carlo.
Gracias Ricardo por tu comentario. Has acertado en todo; en efecto, mi idea fue proponer una reflexión con un personaje sin sexo ni muchas descripciones para que el lector pudiera ponerse en su lugar. No conozco Black Mirror, pero le echaré un vistazo. ¡Saludos!
Borrarun placer leerte encontrarte
ResponderBorrarme encontrarte Me gustan tus palabras chau