8
de mayo.- Cuando le
dije a mi profesor de periodismo que tras meditarlo largo tiempo tomé la
decisión de hacer mi tesis profesional sobre una droga, interrumpió la
corrección de los últimos exámenes, se acomodó sus gafas y me miró con
extrañeza.
–¿Por qué sobre las
drogas? –me dijo –¿No te parece que es un tema muy cliché? Esto no es una
exposición para una clase de bachillerato, es tu tesis. Es tu primera carta de
recomendación como profesionista. Me sorprendes.
Lo corregí. Mi
investigación no será sobre las drogas en general, sino sobre una en particular.
Una de la que muy poca gente sabe al respecto y en torno a la cual se cuentan
historias fantásticas. Lo que sé hasta hoy, lo he aprendido por rumores que
circulan en foros de la Deep Web.
–Ya te he dicho que no
entres ahí, puede ser peligroso –me dijo –Pero bueno, dime qué droga es esa de
la que hablas y que tan fascinado te tiene.
–Le llaman de muchas
maneras, pero la más común es diamante; tiene muchas propiedades interesantes,
imposibles de creer, pero la más fantástica de todas es que jamás se acaba.
Quien adquiere un diamante, no tiene que volver a comprar otro.
En el rostro de mi
profesor se formó una expresión de suspicacia, como si creyese que le tomaba el
pelo o simplemente no acabara de gustarle la idea.
–Como le digo –señalé– la
información que hoy poseo no son más que rumores, pero incluso me parece
interesante desde ese ángulo. Analizarlo como un mito o leyenda que circula por
internet. Sospecho que se volverá viral en los próximos meses. Y quién sabe,
tal vez descubra que algo tiene de cierto después de todo.
–Siempre has demostrado
tener olfato para la noticia. Te lo he dicho muchas veces, no tengo duda que
serás un buen periodista. Así que confío ciegamente en tus decisiones. Sólo
toma un consejo: no corras riesgos innecesarios. Si detrás del mito hay una
droga real, puede volverse peligroso indagar demasiado. Lleva la investigación
hasta donde la prudencia lo permita.
El profesor me aconsejó
también llevar una bitácora de la investigación (ésta que escribo ahora), que
será la base sobre la cual redactaré mi tesis una vez concluya.
Comenzaré con decir todo
lo que hasta hoy sé sobre el diamante, que no es mucho. Recibe este nombre porque
se trata de una pequeña roca cristalina muy parecida al valioso mineral. Tiene
la forma de una gota y su tamaño no es muy preciso; algunos dicen que mide alrededor
de cuatro centímetros de largo por dos de diámetro en su parte más ancha. Todo
esto lo sé por descripciones, nunca he visto una imagen. Tampoco he encontrado
relatos de primera mano, sólo historias que le ocurrieron al amigo de un amigo,
y siempre transcripciones al inglés de otros idiomas.
Sobre sus efectos llama la
atención que existen muchas contradicciones, pues algunas versiones sugieren
que se trata de un alucinógeno, pero hay otros que lo describen como un
poderoso estimulante. Incluso a veces parecieran referirse más bien a un
depresor. Clasificar a diamante será sin duda la primera fase de mi
investigación.
Otro aspecto interesante
es la manera en que se consume. Aparentemente todo lo que debes hacer para
gozar de sus efectos (los que estos sean) es introducirlo en la boca y chuparlo
como si fuera un dulce. Sin embargo, lo más intrigante de todo, su cualidad más
destacable, lo que me ha motivado a indagar al respeto en primer lugar, es su
presunta perpetuidad. La droga que nunca se acaba. ¡Vaya! Eso sí sería de otro
mundo.
La pregunta obvia es: ¿Es
esto posible? ¿Puede existir una droga así en la vida real? La lógica dice que
no. Pero dejando de lado las leyes de la física, dejando de lado el sentido
común, aún en el hipotético caso que fuera cierto, ¿quién querría comerciar con
un narcótico que no genera clientes cautivos? Pensando como vendedor de drogas,
¿qué beneficio puedo obtener en ofrecer un producto que nunca volverán a
comprarme? Ninguno. Eventualmente los compradores se acabarían. Tal vez
aquellos que pierdan su pieza vuelvan para comprar otra, pero sigue sin ser un
negocio redituable.
Otra cosa muy importante
que debo averiguar y sobre lo que nada he leído en ninguna parte, es
sobre su origen, su verdadera naturaleza, sus componentes químicos. Nadie
ha hablado sobre qué cosa es o cómo se produce. Tampoco sobre sus consecuencias
a la salud, pues como toda droga, algún daño debe de hacer.
Sin duda alguna, me espera
una interesante aventura.
12
de mayo.- En nuestra
ciudad no hay manera de conseguir diamante. Lo sé porque un distribuidor de
drogas me lo ha dicho. Mario, mejor conocido como DJ Tacha por la comunidad
universitaria, fue lógicamente mi punto de partida. El tipo es una enciclopedia
sobre el universo de los enervantes.
Mario es, como menos,
quien provee de estupefacientes a toda la comunidad estudiantil de la
universidad y no dudo que su cartera de clientes abarque otros centros
educativos y una gran cantidad de personas no estudiantes. Su catálogo se
compone principalmente de productos químicos, donde destacan lógicamente las
tachas, el LSD y la cocaína. A veces también vende marihuana y hongos.
DJ Tacha es el típico tipo
extrovertido y algo excéntrico que miras en todas las fiestas; es de hecho, el
alma de éstas en más de un sentido, pues además de poner la música provee otro
tipo de diversión. Se trata también de alguien muy inteligente e ilustrado. Es
de hecho uno de los primeros en su clase. Convenientemente estudia para químico
farmacéutico, por lo que no sólo distribuye, sino que elabora algunos de sus
productos. Irónicamente él mismo no consume drogas, tampoco bebe o fuma; es de
hecho la salud en persona, obsesionado con el jogging, el muay thai y las pesas.
Su manera de vestir, algo estrafalaria y su corte de pelo lo hacen ver rudo,
sin embargo no luce tatuajes o perforaciones. Una contradicción andante.
Pero Mario tiene también
un lado oscuro. A pesar de ser intelectual, amigable y gracioso, también puede
llegar a ser violento. Muy violento. De hecho, sospecho que tiene un tornillo
flojo por algún lado. No tolera se metan con él o sus amigos y no duda en
aplicar sus habilidades en artes marciales. Es de hecho muy protector con sus
allegados. Lo he visto dando salvajes palizas a quien comete el error de
intentar timarlo o agreden a uno de sus camaradas. Se sabe que se codea con
gente peligrosa, altos mandos de la mafia local, y que ha estado involucrado en
asuntos muy serios. Se dice que ha matado, aunque nunca he tenido el nervio de
preguntarle si es cierto.
Mario conoce a infinidad
de personas, pero él mismo afirma que amigos de verdad tiene muy pocos y en más
de una ocasión me ha dicho que yo estoy
entre ellos. Verdad o mentira, me da igual. Lo considero alguien interesante y
admiro sus cualidades, pero no es el tipo de persona con la quiero me
relacionen ni me interesa tener cerca. Mis padres una vez me vieron caminando
con él por la calle y tardé mucho en convencerlos de que no estoy metido en
problemas.
Sin embargo, para mi sorpresa,
Mario no sabía mucho más que yo sobre el diamante, excepto por un par de datos.
La razón por la cual nadie se pone de acuerdo en si se trata de un alucinógeno,
estimulante o depresor, es porque sus efectos varían de persona en persona. Un
elemento fantástico más a la lista.
–Hay una droga para cada
persona –dijo Mario– Depende de tu personalidad. Dime con qué te drogas y te
diré quién eres. En realidad, todas las drogas funcionan así, tienen un efecto
distinto en cada persona.
Mientras hablaba,
preparaba sobrecitos de plástico con pequeñas dosis de cocaína; se alistaba
para la venta del día.
–Es mucho muy complejo
–continuó hablando –Pero si tuviera que sintetizarlo diría que la gente de
acción prefiere los estimulantes. Aquellos que son más pensantes o creativos,
recurren con más frecuencia a los alucinógenos. Y los represores, sin duda,
serían la opción de las personas evasivas, los que simplemente no quieren estar
aquí. Supuestamente esta droga, el misterioso diamante, es para todos ellos. El
efecto que buscas, es el que te causa.
–¿Crees que pueda existir
una droga así, con esas propiedades y que además sea perpetua? –le pregunté.
–No. Sería el fin del
mundo. Sería la droga perfecta para el adicto perfecto y el fin del negocio. Es
una fantasía.
Mario también desconoce la
naturaleza física del diamante, no tiene idea sobre qué es exactamente en
términos químicos. Pero me ofreció una teoría muy interesante: El diamante
existe, de eso no tiene duda, pero no es la piedra mágica de la que todos
hablan. Se trata, seguramente, de una nueva droga a punto de salir o que apenas
se abre paso en las calles; tal vez una nueva especie de metanfetamina de
cristal o algo por el estilo, teoriza. Y las historias que circulan en torno
suyo no son más que una ingeniosa campaña publicitaria para estimular al
mercado.
–Sea lo que sea –dijo– cuando
llegue a esta ciudad, créeme, yo seré de los primeros en saberlo.
Yo espero enterarme justo
después de él. Será estratégico mantenerme cerca de este individuo en las
próximas semanas.
10
de junio.- Por
algunas semanas mi investigación se estancó e incluso consideré seriamente
abandonarla. Además he conseguido trabajo en un periódico local, cubriendo la
nota cultural, lo que me ha mantenido ocupado. Sin embargo, tras lo ocurrido
durante el último mes, hoy más que nunca sé que elegí correctamente el tema de
mi tesis. Mi profesor tenía razón, tengo olfato para la noticia, aunque suene
arrogante de mi parte decirlo.
El diamante ha dejado de
ser un tema de bajo perfil en la Deep Web para convertirse en algo del dominio
público en Internet, las redes sociales e incluso en algunos medios de
comunicación más formales como portales web de periódicos y diarios impresos.
Sin bien es cierto que ninguno de esos medios son de renombre, o siquiera
serios, sino sensacionalistas, no puede negarse que la misteriosa droga está
adquiriendo presencia.
Se distribuye
presuntamente en áreas de Europa oriental y oeste de Asia. En países como
Rusia, Ucrania, Estonia, Rumania, Uzbekistán, Turkmenistán, por mencionar solo
algunos. Se habla de casos aislados en Finlandia, Turquía y Polonia. O al menos
son las noticias que he logrado reunir tras pasar la noche en vela navegando en
internet. Considero que esto habla de un radio de distribución que van en
aumento.
Pero lo más importante de
todo, el principal motivo que me hizo retomar mi investigación, fue que al fin
pude ver una fotografía del diamante. ¡Existe! Tal vez no con todas sus
presuntas propiedades, pero existe físicamente después de todo. Y sí, en
efecto, parece un diamante en forma de gota, con la superficie tallada en numerosas
caras. Lo único que lo diferencia de la joya es que no brilla.
Sin embargo, hay algo
curioso sobre lo que no había leído antes; en el centro de aquella roca
semitransparente parece advertirse un punto rojo. Aunque distorsionado y opaco
por efecto de la materia cristalina que lo rodea, aquel núcleo escarlata perece
tener la misma forma que la roca que lo contiene; una gota dentro de otra gota.
Recordaba vagamente a un ojo.
Hasta hoy nadie ha
desmentido ninguno de sus atributos fantásticos, al contrario, las múltiples
historias de usuarios los han confirmado. Tiene un efecto superior a la cocaína
más pura y produce un viaje más fabuloso que la marihuana más potente. Es más
poderoso que el LSD y mil veces más placentero que la heroína. La historia
varía de persona en persona. Se le compara con cientos de drogas, pero todos
coinciden en lo mismo. Es mucho mejor
Pero hay más.
Independientemente de la droga que emule, el diamante tiene dos efectos
propios. Uno de ellos es la hipersensibilización de los cinco sentidos, más
allá de cualquier otra droga conocida. No se trata de una distorsión de la
realidad o de la percepción, como lo hacen muchas sustancias, sino de una
auténtica, física, agudización de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el
tacto.
–Imagina que ves
claramente los cráteres de la luna o la superficie apanalada de los ojos de una
mosca en movimiento –relató alguien en su blog –Imagina que escuchas cómo hacen
el amor en un hotel a cinco calles de distancia; imagina que percibes el miedo
o el deseo en el aroma de una persona que ni siquiera está en la misma
habitación; imagina que sabes cada uno de los ingredientes de todo lo que
comes; imagina que tienes un orgasmo con sólo tocar la piel de una mujer.
Imagina un orgasmo que no tiene que acabar si tú no quieres.
Asumo que el escritor se
tomó algunas licencias románticas en su descripción o tal vez estaba
influenciado aún por los efectos del diamante, pero queda claro que lo que sea
que haya sentido va más allá de lo antes experimentado con otros enervantes. La
persona en cuestión deja ver en su blog una clara afición a las drogas y su
predilección por los estimulantes.
La otra característica
propia del diamante y la más comentada es la inducción de sueños placenteros.
Todos coinciden en que, una vez finalizado el viaje narcótico, el deleite
continúa en el plano onírico. Algunos incluso afirman que esto es aún mejor.
De acuerdo a lo que he
leído, no se trata solamente de sueños agradables, sino de un auténtico vistazo
a una realidad alterna. Una excursión a un universo paralelo. Algunos afirman
haber visitado lugares que siempre quisieron conocer, al otro lado del mundo o
incluso fuera de éste; otros presumen haber realizado exitosas empresas y
proyectos a los que nunca tuvieron tiempo que dedicar, o tenido sexo con
personas que siempre han deseado, pero que están fuera de su alcance ya sea
porque son casadas, famosas, porque viven en otra parte, porque están muertas…
o por todo lo anterior mencionado.
Si bien algunos medios han
bautizado al diamante como “La droga de los sueños”, la característica más
resaltada por la mayoría, desde luego, es su perpetuidad. Los encabezados más
recurrentes en los sitios web sensacionalistas son: “La droga infinita” o “La
droga que nunca termina”. Aquellos que poseen una pieza aseguran que, en
efecto, ésta no pierde sus propiedades y no he podido encontrar nada que refute
esta versión.
Tengo que reconocer que estoy
comenzando a creer que todo es cierto.
Junio
18.- El diamante
parece propagarse de forma exponencial. Ha trascurrido una semana desde mi
último apunte y ya se habla de usuarios en todo el globo. Si bien he leído sobre
personas en el país que ya la poseen, a mi ciudad no ha llegado aún, pero sin
duda es cuestión de tiempo.
Recibe ya varios nombres
que varían de acuerdo al país. Hielo, dulce y sueño son algunos de los más
populares, particularmente en inglés, aunque diamante sigue siendo el
principal. Hay dos que han llamado mi atención: Piedra filosofal y Lágrima del
Diablo. Trabajo ya en la elaboración de una lista con todos los nombres con los
que se le conoce.
Comienza a correr otro
inquietante rumor: diamante no tiene consecuencias para la salud. Al menos no
inmediatas como cabría esperar de tan poderoso enervante. Según he leído, a
diferencia de otras drogas, el uso del diamante no produce deterioro físico o
siquiera resaca, sino todo lo contrario,
el sueño es más reparador que nunca.
La noticia ha logrado
colarse en algunos periódicos serios, pero siempre desde el enfoque de
autoridades que desestiman la existencia de la droga. Me parece difícil de
creer que a estas alturas no haya alguien en algún lugar del mundo que se tome
el asunto con seriedad. Teorizo que es precisamente el velo mítico en torno al
diamante lo que ha hecho descartar un estudio sobre el asunto.
Durante estos días me he
dedicado a entrevistar a diversos personajes públicos de la ciudad como el titular
de Salud, el Jefe de la Policía y una serie de académicos y sociólogos para recabar
sus impresiones sobre el asunto. Ninguno ha aportado nada a mi investigación,
la mayoría se limitó a rechazar que tal droga pueda existir y sólo algunos
cuantos accedieron a ofrecerme alguna opinión sobre las consecuencias sociales
en el hipotético caso de que fuera real. Nada de valor, mera rutina
periodística. Es necesario contar con la voz de autoridades en el tema.
Sin embargo, hubo un
comentario que me llamó poderosamente la atención. Provino del editor de un
sitio web sobre filosofía llamado La Linterna, en alusión al filósofo griego de
la escuela cínica Diógenes. La identidad del editor debo guardarla en el
anonimato, pero puedo referirme a él como Max.
–Sería una estocada mortal
a la sociedad –dijo Max, un hombre de avanzada edad y aspecto de hippie. –Destruiría
más de un engrane en el delicado motor de la civilización como la conocemos. Es
una farsa que las drogas sea un problema de salud mundial. Una hipocresía. Dan
de comer a millones de personas. Si el mercado cayera, la economía global lo
resentiría. Además, las adicciones son costosas por una buena razón, si eso se
perdiera, el camino hacia el noveno círculo estaría libre de obstáculos. Pero
lo más diabólico sería que tal droga no deteriorase la salud humana. Estaríamos
hablando ni más ni menos que del fin de los tiempos. Sería otorgarle al ser
humano la libertad de caer rendido de rodillas ante el padre de todos los
vicios: el ocio.
Cabe mencionar que
mientras así hablaba, el anciano hombre fumaba un cigarrillo de mariguana y yo
hacía un gran esfuerzo por no respirar del pestilente humo.
–Pero todo esto no es más
que una fantasía –continuó el hombre, mostrando una amarillenta y corroída
dentadura mientras sonreía. –Un imposible. Y la prueba está en los sueños. Lo
de los sueños es mi parte favorita. Prueban de todo esto es una farsa por un
hecho muy simple: la realidad nunca es tan romántica. Y sabes por qué lo digo.
Porque el ocio y los sueños siempre han sido amantes.
Junio
20.- Son casi las
cinco de la madrugada. He pasado la noche entera leyendo anécdotas sobre el
diamante. No sobre cómo emula a otras drogas, sino sobre sus efectos propios.
Podría decirse que tengo sentimientos encontrados al respecto. Una parte de mí,
la parte racional tal vez, me dice que todos aquellos relatos no son más que
desvaríos de mentes alteradas, influenciadas por una creencia que se ha vuelto
popular, una especie de moda. El mito sobre el diamante, tal vez creado como
campaña publicitaria como dijo Mario, ha crecido de manera descontrolada. O tal
vez no. Tal vez siempre estuvo planeado que ocurriera lo que ocurre ahora.
Muchas de las historias podrían ser contadas por simples mentirosos que buscan
atención, o tal vez realmente lo creen. Podría tratarse de una especie de
sugestión colectiva de alcance global.
Existen mil maneras de
explicar el fenómeno de manera racional y sin embargo, no puedo dejar de pensar
en lo fantástico que sería sentir tan sólo la mitad de todo lo que se dice
sobre el diamante. Los sentidos sensoriales convertidos en superpoderes, y los
sueños transformados en viajes a mundos paralelos. ¿Acaso no suena genial?
Sobre todo los sueños. Eso
es lo que más me llama la atención. Leí de un tipo que asegura realizar viajes
astrales todas las noches gracias a diamante y recorrer desde las profundidades
el océano hasta otros planetas y más allá de nuestra galaxia. Leí de otro que
sostiene haber construido por sí mismo una grandiosa ciudad en lo alto del
Everest, la cual es habitada por seres alados brotados de su propia
imaginación. Hay otro que dice convertirse en hombre lobo y recorrer los
bosques nocturnos a cuatro patas. Aves, felinos, peces y equinos son
curiosamente muy recurrentes. Hay quienes sueñan con ser gigantes y otros con
ser seres diminutos. Hay quienes vuelan y quienes sólo se conforman con
recorrer el mundo en largos y elevados saltos.
No recuerdo la última vez
que soñé algo así y mucho menos imagino lo que sería soñarlo con el
hiperrealismo del diamante. Imagino que debe ser algo parecido a la realidad
virtual, pero mucho mejor.
Por supuesto, no todos los
sueños son tan románticos e inocentes. Sobran los que sólo sueñan con ser
millonarios y poderosos, pero sobre todo abundan los que no pueden soñar con
otra cosa que no sea sexo. El diamante parece ser un milagro para los feos, los
deformes, los tímidos, los homosexuales reprimidos; pero también para los
pervertidos, los pedófilos, los asesinos. Soñar no es ilegal. Tampoco es
pecado.
¿Con qué soñaría yo?
No puedo dejar de
pensarlo.
Yo no uso drogas. Nunca
han sido lo mío. Sólo una vez probé la marihuana y el resultado no fue muy
agradable que digamos. Pensé que iba a morir. Todos se rieron. No me gusta
recordarlo.
¿Qué efecto produciría en
mí el diamante, si no soy adicto a ninguna droga? ¿Disfrutaría tan solo de sus
propiedades particulares?
Tal vez…
Junio
26.- El sueño
terminó. El misterio del diamante ha sido resuelto. Resulta que autoridades
mundiales de salud han emitido un alerta contra una nueva droga de origen
sintético que causa serios daños al tejido cerebral. Se trata de una sustancia
parecida a la metanfetamina de cristal, pero con efectos nocivos aún peores. Tengo
que reconocer que desee que el conductor del noticiero no lo dijera, pero lo
dijo:
–La droga, conocida por
los jóvenes como diamante, habría sido inspiración para una serie de leyendas
urbanas en internet. Algunos atribuían a la sustancia propiedades mágicas y se
dice que era utilizada para ritos satánicos.
No pude evitar reír ante
aquella afirmación. Pero en el fondo, lo que más sentía, era decepción.
Decepción de no haber sido yo quien desentrañara el misterio y tal vez
decepción de que no existieran en el mundo objetos mágicos que violaran las
leyes de la realidad.
El noticiero mostró
algunas imágenes de la familiar gota de cristal con un núcleo rojo; muchas de
ellas ya las había visto, pero otras no. Resulta que hay piezas sin su
característico centro escarlata.
Tomé nota de ciertos
detalles del reportaje para mi investigación como por ejemplo los componentes
químicos que la componían y el supuesto lugar de origen. La droga presuntamente
se creó en un laboratorio en algún lugar de la frontera entre Rusia, Bielorrusia y Ucrania. Se administra por la vía oral o intranasal, es
decir, se muele en fino polvo y se inhala. También puede fumarse, inyectarse o
simplemente diluirse en agua o licor. Esto influye mucho en la intensidad de
sus efectos, que si bien son esencialmente los de un estimulante, en algunos
casos puede producir una sensación relajante. Tal vez esto dio origen al mito de que eran
muchas drogas en una. Se sabe que los efectos duran alrededor de dos horas y
media.
Honestamente
ya no tengo mucho ánimo de continuar con este proyecto de tesis, pero ya he
perdido demasiado tiempo como para buscar otro tema. Además tengo infinidad de
apuntes y material. Seguiré adelante. No deja de ser interesante de todos modos
la manera en que el diamante nos engañó a muchos.
Julio
14.- El diamante está
en la ciudad. Me habló Mario para darme la noticia. Y me dijo algo más: no es
lo que dicen en la televisión, la droga de los sueños existe. Acudí de
inmediato a su departamento.
–Es una imitación. –me
dijo Mario. Usaba bata de médico y protectores oculares: En su departamento
había montado un pequeño laboratorio y al parecer realizaba experimentos. –El
diamante de la televisión es falso. Alguien desarrolló una especie de
metanfetamina de cristal y le dio la forma de gota. Tal vez querían aprovechar
la fama del diamante o tal vez otra cosa.
Apenas asimilaba yo esta
noticia, cuando Mario, en un acto que me robó el aliento, colocó sobre mi mano
una pequeña piedra. Ahí estaba. El momento que jamás pensé fuera ocurrir,
ocurrió. Sobre la palma de mano tenía un ejemplar del diamante.
¿Alguna vez se han topado con
alguna celebridad y han pensado que es más pequeña de lo que pensaban? Algo así
me sucedió. Mide exactamente 2.541 centímetros, por 1.618 en parte más ancha.
Era como una lágrima congelada en cuyo centro guardaba un corazón.
–El centro rojo. Así la
distingues de la real –dijo Mario. –Hace ya algunas semanas que me hicieron
llegar cajas con la piedra real. No te lo dije porque se nos pidió guardar el
secreto y podía ser arriesgado para los dos si decías algo. Pero mañana inicia
la distribución, así que ya no hay problema. Si te sirve de consuelo, sigues
siendo el primero en saberlo.
–¿Cómo supiste que la otra
es una imitación? –pregunté.
–En primer lugar, porque
me lo dijeron. Y en segundo, porque la analicé y no tiene nada que ver con la
original. La falsa la conseguí por otra parte. No la puedo vender.
–¿Y cuál es la diferencia
con la original?–. Mientras hacía las preguntas, no podía apartar la vista de
la pequeña roca sobre mi mano. –La diferencia, química, quiero decir.
–Eso, mi hermano, es lo
más extraño del caso. No tengo ni puta idea. No es nada que yo conozca. Ni
siquiera conseguí trozarla. No será diamante verdadero, pero es igual de duro.
Quise ver cómo reaccionaba con algunos ácidos, pero no obtuve nada.
–¿Y eso qué significa?
–Significa que esto es
obra del puto diablo, o tal vez viene el espacio. Qué sé yo. Pero el caso es
que no es nada que hayamos visto antes.
–¿La has probado?
–Claro que no. No uso
drogas. Además, tendría que estar idiota para meterme algo que no sé qué es.
–¿Tienes alguna idea sobre
su origen, quién la creó?
Mario me observó en
silencio durante un momento. Me dijo que, si bien aquella era información que
no podía revelar, me lo contaría porque necesitaba contárselo a alguien y no
confiaba en nadie más. Me hizo prometerle que no lo incluiría en la tesis ni
hablaría de esto con nadie. Accedí. Necesitaba saber.
No me dijo quién creó el
diamante, pero sí quién la trajo a la ciudad. Se trata de un pequeño grupo de
gente extraña. Extranjeros. Un par de ellos, un hombre y una mujer, fueron a su
departamento para llevarle la mercancía y dijo que no le había gustado nada
tratar con ellos. Se dirigieron a él en perfecto castellano, aunque con acento
raro, y a veces hablaban entre ellos en un idioma que no pudo identificar. Sus
rasgos étnicos le recordaron mucho a los gitanos; de piel morena y ojos verdes
como esmeralda. Usaban ropa oscura y ostentaban extraños tatuajes.
Me explicó que la gente
grande de la mafia local, que a su vez obedecían órdenes de más arriba, le
habían llamado antes para ponerlo al tanto del arribo de estas personas a la
ciudad. Son catorce de ellos en total; siete mujeres y siete hombres. La
instrucción era dejarlos operar, no molestarlos, defenderlos si era necesario,
y en su momento, hacer lo que pedían. Lo mismo para todos los distribuidores de
la ciudad.
Había algo más. Los
gitanos (por referirme a ellos de alguna forma) eran religiosos o algo por el
estilo y demandaban que los distribuidores acudieran a ellos en grupos de siete
para una ceremonia de iniciación que presuntamente los prepararía para la venta
del narcótico. Una especie de ritual para la buena suerte. Esta noche, me dijo
Mario, era su turno y se sentía muy incómodo al respecto. En este preciso
momento, mientras escribo esto, él debe estar ahí con ellos haciendo el
presunto ritual. Los gitanos se hospedan en una antigua casa en la parte vieja
de la ciudad. Un barrio muy tenebroso y solitario.
Mario me dijo que no
quería ir, me confesó incluso que le daba algo de miedo, pero estaba obligado. La gente grande de la
mafia tenía mucho interés en aquel negocio y la paga además sería buena.
Por cierto, finalmente sé
qué precio tiene el diamante en las calles. Sin duda, la droga más cara del
mercado, pero no lejos del bolsillo de nadie. Y si lo que se dice sobre su
perpetuidad es cierto, es todo una ganga.
Le pedí Mario que me
vendiera una pieza de diamante. Le expliqué que era para mi investigación y le
prometí que no subiría fotos a internet ni nada por el estilo que lo metiera en
problemas. Al principio se negó, pero tras larga insistencia de mi parte
finalmente accedió. Me entregó la piedra mirándome con suspicacia.
–¿No lo piensas hacer, verdad?
–No.
–Eso espero. Porque no me
da buena espina.
Julio
15.- Fue maravilloso.
Todo es cierto.
He despertado un poco
antes de que sonara el despertador y me siento estupendamente. No tengo sueño y
sí muchas ganas de trabajar. Hoy tengo que cubrir como reportero una feria del
libro que inicia al medio día, así que tengo tiempo de sobra para trabajar en
mi tesis.
Tengo que decir en primer
lugar que el mito sobre la manera de consumir el diamante está plenamente
confirmado. Tan solo lo introduje un mi boca y lo pasé por la lengua un par de
minutos como se hace con una pastilla de dulce. Tiene un sabor ácido, lo que
significa que hay un componente químico en acción. Es extraño que Mario no lo
haya descubierto.
Tengo una teoría. Creo que
la verdadera droga que uno consume al chupar el diamante, es la propia saliva.
De alguna manera, al entrar en contacto con la piedra, ésta adquiere las
propiedades psicotrópicas que inducen los efectos conocidos. Creo que esta
sustancia estimula cierta información de la mente, incluso del subconsciente y
deriva en la realización, al menos psicológica, de los anhelos. Es por eso que
cada quien disfruta de su droga favorita, pues el recuerdo del efecto que ésta
ocasiona, que habita en la mente, es estimulado sobremanera.
Como yo no soy adicto a
droga alguna, no sentí el efecto de ninguna de ellas. Pero sí disfruté en
cambio de la gran fiesta de los sentidos sobre la cual ya elaboraré más tarde
mi relato con lujo de detalles y lo compartiré de manera anónima en internet.
No sé si lo que vi, escuché, olí, probé y sentí sea cierto u obra de mi
imaginación alterada. Ya investigaré.
También desarrollaré más a
fondo mi teoría de la saliva. Creo que tengo razón en ella. No por nada el
diamante es conocido también como la Piedra Filosofal, en alusión a la
sustancia alquímica que tiene la facultad de transformar el metal en oro.
Apenas tenga oportunidad
llevaré la pieza de diamante a mi profesor y asesor en la tesis. Tal vez él
pueda lograr que la universidad realice un análisis serio sobre los componentes
de la sustancia. Y yo debo apurar el paso en finalizar la tesis. Tal vez
incluso deba realizar cuanto antes un reportaje; sin duda se publicaría en el
periódico con un promocional en la portada. El mundo debe saber que sí existe un
objeto mágico y que diamante no es esa estúpida droga de la que hablan en la
tele.
Tal vez mi sueño se haga
realidad. No es tan absurdo si se piensa bien.
Soñé que ganaba el
Pulitzer; que daba un gran discurso al recibir el premio; que la gente aplaudía
de pie. Soñé muchas más cosas maravillosas sobre las que también ahondaré más
adelante.
Basta decir que hoy
desperté suspirando. Casi enamorado.
No puedo esperar a que sea
de noche otra vez.
Julio
18.- He decidido no
acudir al profesor. No hacer público mi descubrimiento. Al menos no de momento.
Octubre
1.- Eran las dos de
la mañana cuando Mario llamó a la puerta de mi casa. Gracias a la ubicación de
mi habitación y que aún estaba despierto, fui el único en escucharlo y mis
padres no se enteraron de nada.
Llovía y Mario estaba
empapado de pies a cabeza. Lucía además demacrado, ojeroso y asustado. Me pidió
(me suplicó, mejor dicho) que le diera hospedaje en mi casa, a lo que respondí
rotundamente que no. Sé que él me considera su amigo y eso siempre lo he
valorado, pero no deja de ser un delincuente y bajo ninguna circunstancia
pondría a mi familia bajo ese riesgo.
Fui honesto con él al
darle mis razones para negarle la ayuda y él, humilde como siempre, me dijo que
lo entendía. Lo invité en cambio a pasar y esperar que terminara la lluvia.
Tomamos asiento en la mesa de la cocina y tomamos un par de cervezas.
Me explicó que había
salido de su departamento de prisa y no llevaba dinero con él para alquilar un
cuarto de hotel. Dijo que su plan era irse cuanto antes de la ciudad. Que su
vida estaba en peligro. Cuando dijo eso me arrepentí de haberle invitado a
pasar, pero ya era demasiado tarde.
–¿Usas el diamante?
–preguntó y no me atreví a mentir.
–Sí.
–No lo hagas. Hay algo muy
grueso detrás. Algo horrible.
Es curioso, pero apenas
dijo eso sentí un extraño sentimiento de odio hacia él. Como si estuviera
injuriando a una persona de íntegra reputación y grandes virtudes. Creo que él
notó esto en mi rostro, pues una sonrisa irónica se formó en sus labios.
–¿Sabías que cura
enfermedades? –dijo él. No pude evitar reír y él me acompañó en mi risa. –Es
verdad, por ridículo que suene. Cura la artritis, las reumas, la migraña, es una
puta maravilla de analgésico. Cura todos los males, al menos mientras la usas.
Lamento no haber tenido mi
grabadora a la mano en ese momento, pues lo que Mario dijo es invaluable. Sin
embargo, me impactó tanto su relato que recuerdo casi palabra por palabra todo
lo que me contó. He aquí la transcripción, palabras más, palabras menos:
»¿Sabes qué más hace el
diamante? Hace milagros. Hace que los ciegos vean, que los sordos escuchen, que
los parapléjicos corren de nuevo… en sus sueños.
»¿Tú crees que solamente
los drogadictos compran esto? No. ¿Crees que vienen y me compran una sola
pieza? Sí, al principio. Luego vuelven por cinco más, por quince, por veinte.
Son para sus padres, para sus abuelos, para su pareja, para sus hijos.
»Una vez hablé con la gente grande, los jefes tú sabes. Les
dije que la mugrosa piedra se vendía como pan caliente ahora, pero que pronto
todo el mundo tendría la suya y se acabaría el negocio. Ya nadie compraría
nada. Tengo meses que no vendo un pase de cocaína o un gramo de marihuana, sabes.
Quise hacerles ver el peligro, pero no me escucharon. No sé si porqué los ciega
la ambición, si porque no creen que la cosa esta es mágica o por alguna otra
razón que escapa a mi comprensión.
»Lo que más me enferma es
el silencio. De pronto ya nadie habla de ello, como si no estuviera pasando; como
si la gente tuviera miedo de que su cochina droga desaparezca si lo hacen.
Alguien me dijo una vez que el diamante es como un objeto robado de los sueños.
¿Te ha pasado que sueñas con algo y lo abrazas con todas tus fuerzas esperando
que al despertar lo lleves contigo?
»Nos están jodiendo,
sabes. Como a los chinos con el opio. Nadie lo quiere ver. ¿Has visto las
noticias últimamente?, ¿no te has dado cuenta de que el mundo está apagado?,
¿de que pasan menos cosas? Por supuesto que no, tú también estás dormido. ¿Has
terminado tu tesis? Apuesto a que no. Como tú conozco a muchos que han
abandonado sus ambiciones, que las han cambiado por sueños… que se conforman.
»Los gitanos… los putos
gitanos… No son gitanos, sabes; ahora sé que no son gitanos, sino otra cosa,
pero me da lo mismo. Ellos son la causa de todo. Nunca te platiqué lo que pasó
aquella noche, cuando nos bendijeron para vender su producto. Fue un puto
ritual satánico, eso es lo que fue. Ropa negra, máscaras, una puta estrella en
el suelo, cuchillos, sangre, una orgía; ese tipo de cosas, tu sabes. Al final
nos ungieron con algo que olía a mierda y orines. Ahora son sirvientes de
Belfegor, nos dijeron.
»Desde entonces, cajas y
cajas de la cochina droga aparecen de la nada. Jamás me he enterado de algún
cargamento que arribe a la ciudad. Sabía que los gitanos, de alguna manera, la
producían en aquella casa donde están. Quise averiguar cómo; tenía que saber de
dónde lo sacan y qué carajos es.
»Secuestré a uno de ellos.
Esta misma noche. Quise obligarlo a que me dijera todo lo que sabía, pero no
fue fácil. Lo molí a golpes, pero el hijo de puta nunca dejó de sonreír. Le
tumbé los dientes; le corté los diez putos dedos de las manos; ni una palabra.
Le molí los huevos con un martillo y el cabrón no dejaba de mirarme, siempre
con una sonrisa en los labios.
»Cuando finalmente me di
por vencido y me dispuse a volarle la cabeza, el hijo de puta habló. No para
salvar la vida, su cuerpo estaba más allá de eso; habló porque siempre tuvo la
intención de hablar, porque quería que yo supiera.
»Es la sangre de Belfegor.
Esa gota roja en el centro. Y su divino semen es la sustancia petrificada que
la recubre. ¿Te metes esa cosa en la boca, verdad?
»Me dijo también que algo
grande se avecina. Un primer golpe. Y eso no es más que sólo el principio. El
principio del fin. Belfegor, sea quien sea, sólo prepara el terreno para la
venida de su amo.
»Hubiera querido dejarlo
sufrir, si es que acaso sufría, pero le disparé en la cabeza para hacerlo
callar. Entonces comenzó a reír. Era una risa demencial, histérica, burlona. Le
disparé tres veces más hasta hacer añicos su cráneo. Pero la risa no se detuvo.
Hui del departamento sin siquiera cerrar la puerta.
Cuando Mario terminó de
hablar, siguió un largo silencio. Mi mente estaba trabada, no se me ocurrió
nada que decir al respecto. Finalmente él volvió a insistir en que le diera
cobijo en mi casa, al menos por esa noche y me pidió que le prestara dinero. Le
dije que no y le pedí que se marchara. Me suplicó que al menos le prestara un
cuchillo de la cocina, pues al huir de su departamento había tirado su pistola
y ahora no tenía con qué defenderse. Me negué.
A la luz del día, varias
horas después de lo sucedido, no puedo evitar sentir un poco de remordimiento.
Pero creo que actué de la manera correcta. Si lo que dijo sobre el secuestro y
el asesinato era cierto, Mario me estaba poniendo en peligro a mí y a toda mi
familia. Si no le di dinero, es porque no quería dejarlo solo mientras venía a
buscarlo a mi habitación y si no le presté el cuchillo es porque temí que me
atacara con él. Claramente estaba muy perturbado.
Además, francamente no sé
si creerle. Tal vez todo lo que contó no es más que una versión distorsionada
de los hechos o una simple historia para convencerme de ayudarlo. Lo único que
me queda claro es que estaba metido en un lio gordo y él está involucrado con
gente muy peligrosa. Sí, creo que hice lo correcto.
Pero hay algo que me
carcome. Si Mario hubiera tenido la intención de hacerme daño, creo que
fácilmente pudo haberlo hecho. Pudo haberme obligado a cumplir sus demandas,
pero no lo hizo. Siempre fue respetuoso conmigo, siempre me consideró su amigo.
Y sí, cuando me despedí de él, cuando le cerré la puerta en la cara, había
tristeza en sus ojos, dolor, decepción.
Espero jamás volver a
verlo.
Octubre
13.- Hoy me enteré de
que Mario murió. Ocurrió hace ya varios días, pero últimamente no me entero de
nada; veo muy poco las noticias. Desde que fui despedido de mi trabajo, dedico
el día entero a los placenteros sueños del diamante. No puedo negar que se
trata de una sería adicción.
Según la nota
periodística, un joven estudiante de química fue encontrado muerto en su
departamento; la causa de defunción, una sobredosis de heroína.
La noticia me produjo
cierta consternación, pero no por la muerte de Mario en sí, sino por lo que
ésta implicaba: no conozco a ningún otro distribuidor de drogas y si por alguna
razón llegase a perder mi pieza de diamante, ya no podrá conseguir otra.
Octubre
31.- Son poco más de
las 3:30 de la madrugada y mi cuerpo entero tiembla. Tuve un sueño espantoso, sin
duda la peor experiencia de mi vida. Mi corazón aún late con fuerza.
Un rostro horrible,
monstruoso, diabólico, se reía a carcajadas de mí. Me señalaba con un dedo
largo y deforme en señal de burla y me miraba, no sólo con malicia, pero
también con desprecio, casi odio. Así comenzó la pesadilla. Lo que siguió a
continuación no me atrevo a describirlo, no quiero evocarlo. El extraordinario
hiperrealismo del diamante me ha mostrado su lado oscuro. Tengo miedo de volver
a cerrar los ojos.
1:46
PM.- No pude
conciliar el sueño sino hasta entrada la mañana, casi a las 10:00. Pero sólo
para continuar la terrible pesadilla precisamente donde me había quedado.
Apenas pude descansar.
Noviembre
1, 10:53 AM.- Lo que temí
durante todo el día de ayer, ocurrió. Si bien no me atreví a usar el diamante
durante la tarde, no pude controlar mi ansia de hacerlo en la noche. Sus
efectos fueron tan agradables como siempre, pero al quedar dormido, el
diabólico rostro burlón volvió a acosarme de nuevo y como si no fuera
suficiente castigo su sola presencia, la pesadilla que siguió a continuación superó
en horrores a la de la noche anterior y peor aún, esta vez no pude escapar.
Esta vez tuve que verlo y sentirlo todo y no pude despertar sino hasta que él
me lo permitió. Sí, él. El monstruo que me señala con el dedo, ya sea para
mofarse o para acusarme. Él es el responsable; es él quien me arrastra a ese
sitio terrible con el que yo jamás pedí soñar; ese sitio que no atrevo a
describir, pero que estoy seguro se trata del mismísimo infierno.
No volveré a usar el
diamante.
5:21
PM.- No soy el único.
Internet está poblado de anécdotas similares a la mía. Todos hablan del rostro
maldito, del demonio burlón, de las pesadillas infernales.
Tengo miedo.
Noviembre
2, 11:07 AM.- No pude
evitarlo. El ansia fue mucha. Comencé a sudar frío y mis manos a temblar. El
diamante se ha vuelto una necesidad física. Sufrí los horrores de nuevo y esta
vez fueron peores si acaso se puede.
9:12
PM.- Tengo miedo.
Mucho miedo. Todo el día he leído historias inquietantes de gente al otro lado
del mundo y he buscado obsesivamente la manera de refutarlas. Alguien que diga
que todo se trata de una gran broma. Pero ha sido en vano, todo el mundo está
igual de espantado que yo.
Cientos, tal vez miles, se
han quedado sordos de buenas a primeras. Nadie lo ha relacionado directamente
este fenómeno con el diamante, pero todos sabemos la verdad.
Noviembre
3.- No sirvió de nada
hacer un esfuerzo sobrehumano y abstenerme de usar el diamante, el horror
volvió y mucho peor.
Noviembre,
14.- Belfegor.
Baal-peor. Uno de los siete príncipes del infierno; el señor de la pereza.
Mario tenía razón.
Nadie lo ha dicho aún.
Nadie ha hecho la conexión. Tal vez tenga tiempo aún de escribir un reportaje y
enviarlo a mi antiguo periódico. Tal vez. Pero no creo que a nadie le interese.
El mundo entero gira en torno a los millones de personas que han perdido su
capacidad de oír, oler, probar, ver y sentir. No es un secreto ya que el
diamante es el responsable. Yo mismo he perdido el oído y el olfato. Sospecho
que es cuestión de días antes de perder lo demás.
Escribo esto aprovechando
un breve momento de resignación. Lo más parecido a la paz que he sentido en
estas últimas semanas. Sé que no durará mucho. Mis padres, infectados de la
locura, están afuera buscando ayuda desesperados. Mi padre ya no escucha y mi
madre no tarda en sentir los efectos. No me sorprendió tanto descubrir que
ellos también habían caído secretamente en los encantos del diamante y ni
siquiera me molesté en preguntarles cómo lo consiguieron. Ya nada me sorprende
desde que fui a casa de mi profesor y descubrí que ya estaba ciego.
Jamás pensé que llegaría a
usar cocaína, pero es la mejor manera de mantenerme despierto. Los sueños
infernales han demostrado no tener límite en su crueldad y realismo. Sin
embargo, con cocaína o no, mi cuerpo reciente y mucho cuatro días completos sin
descanso. No creo poder aguantar más.
Me queda claro que el
suicidio no es una alternativa, sino una puerta que sólo puede conducir a algo
mucho peor. A algo perpetuo como el diamante. No, no tengo opción, debo sufrir
a plenitud las consecuencias de mis actos y omisiones. No hay escape.
Saludos, me agradó mucho esta historia.
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